Por: Claudia Papić. Bióloga y experta en sostenibilidad.
Diseñar e impartir el primer Diplomado en Gestión Sostenible del Agua y Huella de Agua en Chile ha sido, sin lugar a dudas, un desafío significativo y transformador en mi trayectoria profesional. No solo por la complejidad del tema, ni por el carácter pionero del programa, sino porque implicó poner al servicio del país —y de más de 260 profesionales provenientes de distintas regiones y sectores— un modelo formativo exigente, de casi 100 horas cronológicas, que responde a una urgencia real: formar capacidades técnicas y estratégicas para enfrentar la crisis hídrica que amenaza nuestra sostenibilidad presente y futura.
Como Directora Académica, asumí la responsabilidad de construir desde cero un programa que no existía en el país. Un diplomado que no se limitara a repetir contenidos teóricos o entregar información dispersa, sino que tradujera el conocimiento científico más avanzado, la experiencia de campo acumulada y los marcos normativos emergentes en una propuesta coherente, práctica, rigurosa y útil para los desafíos actuales de empresas, instituciones públicas, consultoras, ONGs y organizaciones territoriales.
Diseñar este programa significó para el equipo académico muchas cosas: definir una estructura pedagógica clara, seleccionar con rigurosidad los temas más pertinentes, preparar materiales inéditos, traducir papers técnicos en herramientas aplicables, y sobre todo, convocar a los y las profesionales más destacados de Latinoamérica en sostenibilidad hídrica, huella de agua, evaluación de impactos, gestión empresarial, marco normativo, gobernanza y seguridad hídrica. Todos y todas aceptaron el desafío con generosidad, compromiso y pasión por enseñar.
Formar a más de 260 estudiantes en una primera edición no solo fue una señal de la demanda que existía por un programa como este. Fue también una confirmación de que en Chile hay cientos de personas que quieren actuar, quieren prepararse y contribuir desde sus roles profesionales a la sostenibilidad hídrica de sus organizaciones, sus territorios y el país.
Uno de los mayores desafíos —y a la vez, una de las decisiones más importantes— fue sacar los contenidos del “claustro académico” y ponerlos en circulación, en manos de quienes hoy deben tomar decisiones o liderar procesos de cambio en contextos cada vez más complejos. Temas como la huella de agua bajo la norma ISO 14046, el enfoque de cuenca, la adaptación a fenómenos extremos o los marcos regulatorios emergentes, no pueden seguir siendo exclusivos de papers o seminarios. Deben ser parte del lenguaje común de quienes gestionan riesgos, planifican proyectos o diseñan estrategias sostenibles.
Todo esto fue posible gracias al respaldo de CORFO, a través de su programa de Becas de Capital Humano, que permitió a 240 estudiantes financiar su participación en el diplomado, al compromiso de la Universidad del Desarrollo (UDD), que confió desde el primer momento en la calidad académica de esta iniciativa y otorgó su respaldo institucional y a CHILETEC que nos apoyó reforzando los aspectos de calidad en el proceso de formación. Sin ese apoyo, este proyecto no habría podido llegar tan lejos ni convocar a tantos profesionales con vocación de servicio público y ambiental .
Este diplomado también nos desafió en lo humano: formar personas, no solo profesionales. Crear comunidad, abrir diálogo, escuchar visiones diversas y construir aprendizaje desde la colaboración. Recibimos testimonios conmovedores, preguntas exigentes, propuestas innovadoras y una energía colectiva orientada a actuar.
Por supuesto, este programa no estuvo exento de dificultades. Enfrentamos problemas técnicos, desafíos administrativos, y con pesar, no pudimos graduar a todos quienes iniciaron con entusiasmo este camino formativo. Finalmente, fueron 229 los y las estudiantes que lograron completar con éxito esta exigente formación. Esta experiencia nos dejó aprendizajes profundos: mejorar nuestros procesos, fortalecer las capacidades pedagógicas del cuerpo docente y adaptarnos mejor a los entornos virtuales de enseñanza. Nos hacemos cargo de este nuevo desafío con humildad y determinación.
Y lo más importante: vamos por una segunda versión, con el mismo cariño, exigencia y convicción, para llegar a más profesionales con vocación de cambio. Porque la transformación que necesitamos se construye desde el conocimiento compartido y el compromiso colectivo.
Estamos convencidos de que este es solo el primer paso. Que la sostenibilidad del agua requiere continuidad, profundidad y alianzas. Que la formación no termina con un diploma, sino que se proyecta en decisiones mejor informadas, equipos más preparados y organizaciones más resilientes.
Hoy, como Directora Académica, solo puedo agradecer: a los docentes, por su compromiso incansable; a los estudiantes, por su entusiasmo y esfuerzo; y a quienes confiaron en esta visión, por ayudarnos a hacerla realidad.
Porque cuando la sequía se hace estructural, cuando los glaciares retroceden y los conflictos por el agua se agudizan, no hay margen para la indiferencia. El conocimiento tiene que estar al servicio del país. Y la formación de capacidades, al centro de cualquier estrategia de desarrollo sostenible. La situación hídrica no espera. Y nosotros ya empezamos a actuar.