Un estudio internacional liderado por la Universidad Estatal de Arizona (ASU) reveló que el agua dulce almacenada en los continentes está desapareciendo a un ritmo sin precedentes. La investigación, basada en 22 años de observaciones satelitales, advierte que este fenómeno amenaza la seguridad hídrica global y supera en magnitud la pérdida de agua registrada en los polos.
Los datos, obtenidos mediante las misiones satelitales GRACE y GRACE-FO —desarrolladas conjuntamente por Estados Unidos y Alemania—, muestran una tendencia sostenida de disminución del almacenamiento de agua en vastas regiones del hemisferio norte. El análisis identificó cuatro zonas críticas de “mega-sequía continental” interconectadas: el suroeste de América del Norte y Centroamérica, Alaska y el norte de Canadá, el norte de Rusia y una extensa franja que abarca Medio Oriente, el norte de África y Eurasia.
Estas áreas comprenden territorios agrícolas estratégicos como el norte de India, Ucrania y la llanura del norte de China, así como importantes centros urbanos como Ciudad de México, Los Ángeles, Berlín, Teherán y Beijing.
Los investigadores estiman que el 75% de la población mundial vive en países que han perdido agua dulce de forma sostenida desde 2002. Del total perdido, un 68% corresponde a aguas subterráneas. El resto proviene de fuentes superficiales como ríos, lagos y nieve. El estudio también identifica un punto de inflexión en los años 2014–2015, coincidente con un evento climático extremo de El Niño, tras el cual se intensificaron los eventos hidrológicos extremos y aumentó de forma significativa la extracción de agua subterránea.
“La disponibilidad de agua dulce está disminuyendo y el aumento del nivel del mar se está acelerando. Los continentes se están secando”, advirtió Jay Famiglietti, autor principal del estudio y académico de la Escuela de Sostenibilidad de ASU. Según el trabajo, desde 2015 la pérdida total de agua dulce terrestre ha contribuido más al aumento del nivel del mar que la pérdida combinada de los hielos de Groenlandia y la Antártida.
Los autores también destacan que las zonas que pierden agua se están expandiendo al doble del ritmo que aquellas que ganan humedad, revirtiendo patrones hidrológicos de larga data. Esta reconfiguración no fue anticipada por los modelos climáticos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
“El volumen de agua no renovable que estamos perdiendo es impactante”, afirmó Hrishikesh Chandanpurkar, primer autor del estudio. “Estamos utilizando reservas subterráneas profundas como si fueran fuentes inagotables, sin priorizar su reposición en años húmedos. Nos acercamos a una posible quiebra hídrica”.
Los investigadores subrayan la necesidad urgente de desarrollar políticas de gestión del agua subterránea a escala regional e internacional. Además de sus implicancias ambientales, el agotamiento de los acuíferos profundos afecta directamente la seguridad alimentaria, incrementa los riesgos de desplazamientos humanos y puede agudizar tensiones geopolíticas.
“Contar con registros continuos de almacenamiento de agua terrestre es clave para distinguir entre variabilidad climática y efectos estructurales del cambio climático”, agregó Chandanpurkar. “Este estudio demuestra con claridad que necesitamos nuevas estrategias para gestionar sosteniblemente nuestras reservas de agua dulce”.