- La comunidad rural del norte de Los Ángeles culminó la actualización de su sistema de agua, dejando atrás años de mediciones imprecisas en su único pozo.
En Polcura, un sector rural de la comuna de Los Ángeles, el abastecimiento de agua depende de un único pozo profundo. Allí viven entre 400 y 600 familias que, durante años, operaron con mediciones que no coincidían con lo que ocurría en terreno. Las variaciones en los registros afectaban el cumplimiento normativo y dificultaban la planificación diaria.
El problema se agravó cuando el sistema de monitoreo instalado previamente comenzó a entregar datos que no tenían correlación con las verificaciones manuales del operador. Para un comité que debe reportar cada metro cúbico a la Dirección General de Aguas (DGA), esa discrepancia representaba un riesgo operativo permanente.
En ese escenario, la comunidad llegó a Octocelio, empresa especializada en monitoreo hídrico, a través de la Fundación Huella Local. “Lo primero era restituir la confianza en el dato. Nada de lo que el sistema mostraba coincidía con las verificaciones en terreno”, recuerda su CEO, Víctor Reyes.
La intervención comenzó con la instalación de sensores hidrostáticos para medir con precisión los niveles estático y dinámico del pozo, junto con caudalímetros calibrados que permitieron registrar la extracción real. Esa combinación permitió restablecer la lectura correcta del sistema.
Para explicar la diferencia entre los niveles, Claudio Reyes, director del Diplomado en Planificación Estratégica de Recursos Hídricos de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, ofrece una analogía simple: “Un pozo funciona como un vaso de agua al que metes una cuchara. Cuando la mueves, se forma un remolino y el nivel cambia. En los pozos ocurre algo similar: la extracción genera un cono de depresión que modifica el nivel dinámico, y al detener el bombeo, el agua vuelve a su nivel estático. Esa diferencia revela la capacidad del pozo para recuperarse”.
Impacto en la comunidad
Con información clara, el APR Polcura pudo ordenar su operación. Posteriormente, amplió el sistema de monitoreo para incluir nuevos sensores, macrosensores y estanques de acumulación, integrando todo en una plataforma que permite visualizar en tiempo real los niveles y volúmenes disponibles.
“Ahora la comunidad sabe cuánta agua tienen, cuánta producen y cuánta distribuyen. Antes solo se intuía”, destaca Edgardo Fuentes, gerente de operaciones de Octocelio.
La presidenta del APR, Irma Figueroa, confirma los beneficios en el trabajo diario: “Contar con tecnología que nos entregue mediciones claras y correctas ha sido un gran avance. Ahora sabemos con cuánta agua contamos para abastecer a la comunidad, y el operador ya no necesita ir varias veces al día a revisar los estanques: puede hacerlo desde la plataforma”.
El caso refleja un desafío extendido en el Biobío, una de las regiones con mayor número de APR del país. Aunque la digitalización avanza, siguen existiendo brechas en la calidad de las mediciones y en la calibración de algunos equipos.
Según Claudio Reyes, “los servicios sanitarios rurales cumplen un rol clave, pero al ser administrados por la comunidad, no siempre cuentan con las capacidades técnicas e instrumentales necesarias. En una región tan diversa como el Biobío, aún hay un gran espacio de mejora para controlar adecuadamente el agua entregada y reducir pérdidas”.
En Polcura, ese cambio ya se nota. El comité cumple con la normativa, mejora su gestión y dispone ahora de información clave para anticipar variaciones del pozo. Lo que comenzó como una obligación regulatoria se transformó en una herramienta para dar seguridad y estabilidad a las familias del sector.
